El poder de la atención

Somos dueños de nuestra atención: podemos libremente elegir hacia donde la dirigimos y allí donde posemos nuestra atención, irán nuestras emociones y nuestra energía. Según elijamos el objeto de nuestra mirada, traeremos equilibrio o desequilibrio a nuestras vidas:

  • Si elegimos lo desagradable e incómodo para fijarnos en ello, perderemos nuestro equilibrio personal y nos llenaremos de tensión
  • Si elegimos centrar lo atención en lo bueno, en lo importante, mantendremos la mente clara y centrada cuando otros no puedan hacerlo

Esta idea tan sencilla como poderosa está extraída del libro del Dr. Mario Alonso Puig “Reiventarse”, del que copio literalmente este cuento que viene a ilustrar como, manejar nuestra atención, puede traernos serenidad en las tormentas de la vida.

El soberano de un gran reino se encontraba ya en una avanzada edad y quería asegurarse de que, antes de abandonar el mundo, le transmitía a su hijo una importante lección. A lo largo dé las épocas más difíciles de su reinado, aquello había sido clave para mantenerse firme y conseguir que finalmente reinara en su país la paz y la armonía. Por alguna razón, el joven príncipe no acababa de entender lo que su padre le decía.

-Si, padre, comprendo que para ti es muy importante el equilibrio, pero creo que es más importante la astucia y el poder.

Un día, cuando el rey cabalgaba con su corcel, tuvo una gran idea.

-Tal vez mi hijo necesita no que yo se lo repita más veces, sino verlo representado de alguna manera.

Llevado por un lógico entusiasmo, convocó a las personas más importantes de su corte en el salón principal del palacio.

-Quiero que se convoque un concurso de pintura, el más grande e importante que se haya nunca creado. Los pregoneros han de hacer saber en todos los lugares del mundo que se dará una extraordinaria recompensa al ganador del concurso.

-Majestad – preguntó uno de los nobles – ¿cuál es el tema del concurso?

-El tema es la serenidad, el equilibrio. Solo una orden os doy – dijo el rey – : bajo ningún concepto rechazaréis ninguna obra, por extraña que os parezca o por disgusto que os cause.

Aquellos nobles se alejaron sin entender muy bien la sorprendente instrucción que el rey les había dado.

De todos los lugares del mundo conocido acudieron maravillosos cuadros. Algunos de ellos mostraban mares en calma, otros cielos despejados en los que una bandada de pájaros planeaba creando una sensación de calma, paz y serenidad.

Los nobles estaban entusiasmados ante cuadros tan bellos.

– Sin duda su majestad el rey va a tener muy difícil elegir el cuadro ganador entre obras tan magníficas.

De repente, ante el asombro de todos, apareció un cuadro extrañísimo. Pintado con tonos oscuros y con escasa luminosidad, reflejaba un mar revuelto en plena tempestad en el que enormes olas golpeaban con violencia las rocas oscuras de un acantilado. El cielo aparecía cubierto de enormes y oscuros nubarrones.

Los nobles se miraron unos a otros sin salir de su incredulidad y pronto irrumpieron en burlas y carcajadas.

– Solo un demente podría haber acudido a un concurso sobre la serenidad con un cuadro como éste.

Estaban a punto de arrojarlo fuera de la sala cuando uno de los nobles se interpuso diciendo:

– Tenemos una orden del rey que no podemos desobedecer. Nos dijo que no se podía rechazar ningún cuadro por extraño que fuese. Aunque no hayamos entendido esta orden, procede de nuestro soberano y no podemos ignorarla.

– Está bien, dijo otro de los nobles, pero poned ese cuadro en aquel rincón, donde apenas se vea.

Llegó el día en el que su majestad el rey tenía que decidir cuál era el cuadro ganador. Al llegar al salón de la exposición su cara reflejaba un enorme júbilo y, sin embargo, a medida que iba viendo las distintas obras su rostro transmitía una creciente decepción.

– Majestad, ¿es que no os satisface ninguna de estas obras? Preguntó uno de los nobles.

– Si, si son muy hermosas, de eso no cabe duda, pero hay algo que a todas ellas les falta.

El rey había llegado al final de la exposición sin encontrar lo que tanto buscaba cuando, de repente, se fijó en un cuadro que asomaba en un rincón.

– ¿Qué es lo que hay allí que apenas se ve?

– Es otro cuadro majestad.

– ¿Y por qué lo habéis colocado en un lugar tan apartado?

– Majestad, es un cuadro pintado por un demente, nosotros lo habríamos rechazado, pero siguiendo vuestras órdenes de aceptar todos los que llegaran, hemos decidido colocarlo en un rincón para que no empañe la belleza del conjunto.

El rey, que tenía una curiosidad natural, se acercó a ver aquel extraño cuadro, que, en efecto, resultaba difícil de entender. Entonces hizo algo que ninguno de los miembros de la corte había hecho y que era acercarse más y fijarse bien. Fue entonces cuando, súbitamente, todo su rostro se iluminó y, alzando la voz, declaró:

– Éste, éste es, sin duda, el cuadro ganador.

Los nobles se miraron unos a otros pensando que el rey había perdido la cabeza. Uno de ellos tímidamente le preguntó:

– Majestad, nunca hemos discutido vuestros dictámenes, pero ¿qué veis en ese cuadro para que lo declaréis ganador?

– No lo habéis visto bien, acercaos.

Cuando los nobles se acercaron, el rey les mostró algo entre las rocas. Era un pequeño nido donde había un pajarito recién nacido. La madre le daba de comer, completamente ajena a la tormenta que estaba teniendo lugar.

El rey les explicó qué era lo que tanto le ansiaba trasmitir a su hijo el príncipe.

– La serenidad no surge de vivir en las circunstancias ideales como reflejan los otros cuadros con sus mares en calma y sus cielos despejados. La serenidad es la capacidad de mantener centrada tu atención en medio de la dificultad, en aquello que para ti es una prioridad.


Lo que combates te debilita, lo que defiendes te da fuerza

Es fácil caer en la tentación de estar siempre luchando contra lo que consideramos malo, y dedicar energía mental y física a combatir lo que odiamos. Es mejor, no organizarse para el combate, si no trabajar para aquello de lo que estamos a favor.

Dos ejemplos ilustran este pensamiento:

· Hambre o alimentación. Luchar contra el hambre sólo debilita al que la combate y provoca ira y frustración (imaginaros estar revisando datos de niños muertos cada día por falta de alimento). Trabajar para que la población esté bien alimentada da poder a la persona (ahora pensad en cada día contabilizar a cuentas personas se ha alimentado)

· Violencia o paz. Si combates la violencia utilizando los métodos de la violencia y del odio, pasas a formar parte del odio y la violencia del mal, por muy justa que creas tu posición. Si toda la gente del mundo que está contra el terrorismo y la guerra cambiara de perspectiva y pasara a apoyar la paz y trabajar para ella, el terrorismo y la guerra se verían eliminados.

 

Para concentrarte en lo que defiendes en la vida, y no en aquello a lo que te opones, Wayne W. Dyer propone hacer un inventario de todo aquello contra lo que estás, y luego “darle la vuelta”, en una nueva lista que refleje lo que defiendes. Este método ayuda a apartar nuestro pensamiento de los “enemigos”, eliminando estrés, y el ansia por combatirlos, concentrándonos más en nuestra lista de “a favor”

15ª Ley de Maxwell: la ley de la victoria

Los líderes encuentran la forma de que el equipo gane

Para explicar la Ley de la Victoria, Maxwell recurre a ejemplos de bien conocidos líderes, sirvan dos como por ejemplo:

  • Abraham Lincoln, que puso la victoria de la Guerra Civil estadounidense por encima de su orgullo, su reputación y su bienestar pesonal,otorgando poderes a sus generales, y reconociendo sus mérito. Justo lo contrario de lo que hizo en el bando confederado Jefferson Davis, a quien le preocupaba más tener razón o dominar a sus generales que la victoria.
  • Winston Churchill, que en su primer discurso después de convertirse en primer ministro dijo

    “¿Quieren saber cual es nuestra meta? Respondo con una sola palabra: La Victoria –victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror, victoria, aunque el camino sea largo y duro; porque sin victoria no hay supervivencia”

Con estos dos ejemplos, y otros que omito, se comprende que los buenos líderes ponen tanto interés y energía en hacer que su equipo gane, que siempre lo llevan a la victoria. Para ellos, cualquier cosa que no sea el buen éxito es inaceptable, no hay plan B, por eso luchan hasta ganar.

Tres componentes de la victoria. La victoria es posible siempre que el equipo reúna estos tres componentes:

  1. Unidad de visión. Da igual el talento o el potencial de los miembros del equipo, si no tienen los mismos planes, no comparten una visión, no ganarán.
  2. Diversidad de destrezas. Igual que no es posible imaginar un equipo de fútbol solo de delanteros, en la organizaciones se necesitan diversos talentos, para que cada jugador cumpla con su parte.
  3. Un líder dedicado a la victoria y a explotar el potencial de sus miembros. Por último, es necesario el liderazgo: la unidad en la visión no aparece de forma espontanea, y los jugadores adecuados no llegan por cuenta propia, se necesita que un líder se encargue de eso.