Organizarse ¿de arriba a abajo o de abajo arriba?

«Ya está, esto no puede seguir así: tengo que organizarme». Cuanto tomamos la determinación de hacer borrón y cuenta nueva, dar un paso atrás para coger carrerilla y empezar con más fuerza, hay dos formas de poner orden en el caos.

De arriba a abajo

Establecer un orden de prioridades, fijar antes de nada los objetivos profesionales y vitales, ver donde estamos, a donde queremos ir, y que tareas nos ayudarán a llegar allí. Se trata de fijar nuestro rumbo, dándole prioridad a lo que verdaderamente importa, e invirtiendo el tiempo en aquellos asuntos que contribuyen más y mejor a alcanzar nuestros objetivos, aunque para eso tengamos que desatender algún tema menor.

De abajo a arriba

Hay quien piensa que es imposible determinar cuales son los grandes objetivos vitales, si estamos abrumados por pequeñas tareas pendientes, mil asuntos cotidianos que nos gustaría atender, de modo que, lo primero es liberarse de todos esos asuntos y asuntillos, atacáncolos sistematicamente, hasta que no nos quede nada pendiente, en ese momento, estaremos más tranquilos y predispuestos para fijarnos tranquilamente prioridades.

2ª ley de Maxwell: Ley de la influencia

La verdadera medida del liderazgo es la influencia, nada más, nada menos.

Si no se puede influir en otros, mucho menos se podrá dirigirlos, y hace falta un gran esfuerzo para ganar influencia en cualquier organización y tener así el derecho a ser lider. La experiencia sobre liderazgo de Maxwell fue obtenida en gran medida en iglesias, es decir, en organizaciones sin ánimo de lucro. Como él mismo hace notar, citando a Bill Hybels, esta ley de la influencia se hace más evidente en este tipo de organizaciones, donde los miembros está voluntariamente, y no funciona el liderazgo por posición, si no unicamente el liderazgo por influencia. En otras organizaciones no voluntarias (el ejército, una empresa) la persona que tiene una determinada posición (rango, posición en el organigrama) puede usar medidas coercitivas (arrestos, despidos) para que los otros los sigan. En las organizaciones voluntarias, si el lider no ejerce ninguna influencia sobre el resto, simplemente, no lo seguirán.

Al hilo de esta ley, un proverbio sobre liderazgo: «El que se cree lider y no tiene seguidores, sólo está dando un paseo»

Perspectiva a largo plazo

Según un estudio del doctor Edward Bandfield, de la Universidad de Harvard, citado por Bryan Tracy en ¡Tráguese ese sapo!, la perspectiva a largo plazo es el indicador más fiable para predecir la movilidad ascendente social y económica, mucho más que la educación, la inteligencia, los contactos o cualquier otro factor, dicho de otro modo: el factor que más contribuye al éxito de cualquier persona es su capacidad de planificar su vida por adelantado y con visión de futuro.

Las personas con éxito piensan en sí mismos dentro de cinco, diez o veinte años, y esta visión determina sus decisiones actuales, sirviéndoles de aliciente para postergar la gratificación inmediata, haciendo sacrificios en el corto plazo que para obtener el triunfo definitivo en el largo plazo. Un ejemplo fácil se puede poner con el ahorro, alguien con ingresos no muy altos (por ejemplo 1.000 € mensuales), recién incorporado al mundo laboral (pongamos 25 años) puede decidir ahora tener un retiro dorado en la costa, sin preocuparse del dinero; si mantiene esta perspectiva toda su vida, y decide ahorrar el 10% de sus ingresos para ese fin, se encontrará con una auténtica fortuna al jubilarse (unos 120.000 € en el improbable supuesto de que no incrementase sus ingresos mensuales con la edad).

Tener una idea clara de nuestro futuro, un plan de vida, nos servirá de motivación para trabajar duro ahora y recoger los frutos después, de todos modos, este plan no ha de ser una ferrea imposición, si no que ha de estar sujeto a revisión y admite los cambios que consideremos oportunos.