Trabajando el círculo de influencia

Dice Stephen Covey, al referirse al primero de sus Siete hábitos de la gente altamente efectiva, que podemos separa las cosas que nos preocupan de aquellas que no lo hacen, formando así un “círculo de preocupación”. Dentro del círculo de preocupación, habrá cosas sobre las que no tenemos control dé ningún tipo, pues se escapan a nuestro alcance, y otras respecto a las cuales podemos hacer “algo”, este segundo grupo de cosas forma nuestro círculo de influencia.

CIRCULO_INFLUENCIA

Ahora que tenemos esto claro, según Covey, tenemos dos opciones:

a)Ser proactivos, y centrarnos únicamente en nuestro círculo de influencia. Adoptar una actitud positiva y esforzarnos por mejorar aquellas cosas que están bajo nuestro control.

b)Ser reactivos, pensar en lo que está fuera de nuestro círculo de influencia, pero dentro de nuestro círculo de preocupación, es decir, circunstancias sobre las que no tenemos control.

Si elegimos ser proactivos, generaremos energía proactiva que ampliará nuestro círculo de influencia, si optamos por ser reactivos, eso nos provocará una sensación de impotencia, nos centraremos en lo que no podemos cambiar y desatenderemos los asuntos en los que podemos hacer algo, con lo cual nuestro círculo de influencia se encogerá.

4º principio de eficacia personal de Brian Tracy: estudia las consecuencias

A la hora de elegir entre nuestra multitud de tareas pendientes, las consecuencias potenciales de hacer o no hacer cada una de ellas son las que determinan su importancia. En el capítulo 4 de “Tráguese ese sapo”, Brian Tracy formula dos reglas que se derivan directamente de este principio:

¿Cómo puede predecirse en los Estados Unidos de América (y me temo que en cualquier parte del mundo) la ascensión social y económica?, ¿cómo saber con antelación si un individuo tendrá éxito en la vida y en el trabajo? Ni los antecedentes familiares, ni la educación recibida, ni la raza o el grupo étnico, ni las relaciones con que cuente… Lo determinante para saber si estamos ante un “caballo ganador”, según Edward Banfield, de la Universidad de Hadvard es la perspectiva a largo plazo. Esta idea nos lleva a la primera de las dos reglas que formula Brian Tracy para explicar la importancia de estudiar las consecuencias:

Primera regla: El pensamiento a largo plazo mejora las decisiones a largo plazo

O ascender a la montaña con un ojo puesto en el camino, y otro en la cumbre. Tener claro lo que queremos para nosotros y nuestro trabajo dentro de cinco, diez o veinte años, y analizar nuestras conductas de hoy pensando si son o no coherentes con ese futuro deseado hace más fácil adoptar buenas decisiones sobre lo que hacer a corto plazo.  Si una tarea pendiente tiene una consecuencia potencial a largo plazo es importante, si no, no lo es.

Segunda regla: el futuro decide las influencias y suele determinar las acciones actuales

Partiendo de la base de que tenemos un visión clara de nuestro futuro, tenemos dos alternativas:

  1. Retrasar la gratificación, y hacer sacrificios en el corto plazo para disfrutar de recompensas en el largo plazo (ahorrar, estudiar, madrugar, hacer deporte, hacer dieta…)
  2. Anteponer el placer a corto plazo y la gratificación inmediata y sacrificar así el largo plazo

En palabras de Dennis Waitley:

Los perdedores hacen lo que alivia tensiones mientras los ganadores hacen lo que logra objetivos

Si en nuestra lista de acciones pendientes tenemos una con grandes consecuencias positivas potenciales, hemos de empezar de inmediato con ella, igualmente, si alguna puede tener amplias consecuencias potenciales negativas si no lo hacemos ya.

Empezar y completar las tareas pendientes que aportarán una mayor diferencia positiva para nosotros es un hábito que, si no tenemos, debemos adquirir. Hagamos lo que hagamos, el tiempo va a seguir fluyendo de forma ininterrumpida, la pregunta es ¿qué uso vas a hacer de él y a donde te llevará al cabo de los meses y años?

5 maneras de desarrollar cultura, según Robin S. Sharma

Mientras estoy leyendo Éxito, una guía extraordinaria, de Robin S. Sharma, pienso que parece un blog: cada uno de los capítulos del libro es una entidad independiente con vida propia (como si fuera un post), y no detecto una estructura que esté por encima de eso. A pesar de esa “independencia” de cada uno de los capítulos respecto del libro, está cargado de idas prácticas y valiosas. Algunas de ellas las compartiré aquí, y empezaré con esta enumeración de las formas de desarrollar cultura del liderazgo en una organización.

Dice acertadamente Robin S. Sharma que la cultura, al contrario que los productos, los servicios o las marcas, no puede ser copiada por los competidores. La cultura de una organización la hace única y determina e impulsa sus formas de comportamiento y las formas de desarrollarla son:

  1. Rituales. Echando un vistazo a lo que Google dice sobre su propia cultura, vemos que menciona varios rituales (el almuerzo diario en la cafetería de la oficina, desplazarse en bicicleta de una reunión a otra, etc.).
  2. Celebraciones. Me gustó mucho la idea que cita Sharma en esta parte, de John Abele: “Tienes aquello que celebras”, si tu cultura fomenta por ejemplo el valor de la honestidad, cada vez que alguien destaque en un comportamiento de este tipo (encuentra la cartera llena de dinero de un cliente y se la devuelve), celebrarlo, lo estarás fomentando.
  3. Conversación. Hay que hablar constantemente y con todo el mundo de los valores y visión que queremos fomentar.
  4. Entrenamiento. Hay que invertir en formación de las personas, que son el principal recursos de la organización y se merecen que dediquemos recursos a desarrollarlos, inculcando los valores que forman parte de la cultura que queremos desarrollar.
  5. Contar historias. A todos nos gustaría poder contar una historia como la de Apple, cuando Steve Jobs y Steve Wozniak fundaron la compañía del iPhone en un garage