Las virtudes de Benjamin Franklin y su método de autoexamen

Benjamin Franklin Ya sea por su relevante papel en la fundación de los Estados Unidos de Ámérica (no en vano su rostro está impreso en los billetes de 100 dolares)  o por su labor como inventor (pararrayos, aletas de nadador, lentes bifocales…) seguro que todos hemos oído hablar de Benjamin Franklin.

Según recoge en su autobiografía, en torno a 1728 (contaba 22 años) se propuso alcanzar la perfección moral, y pronto cayó en la cuenta de que para lograr su propósito no bastaba con querer ser totalmente virtuoso. Elaboró una lista de virtudes, intentando englobar todo lo que le parecía bueno y deseable y optando por poner más nombres y menos ideas, antes que más ideas y menos nombres. Así obtuvo esta lista de 13 virtudes:

  1. Templanza: No comer hasta hartarse. No beber hasta alegrarse.
  2. Silencio:No hablar sino lo que beneficie a otros o a uno mismo. Evitar las conversaciones frívolas.
  3. Orden: Colocar cada cosa en su sitio. Dedicar a cada parte de nuestro negocio su tiempo.
  4. Determinación: Decidirse a llevar a cabo lo que sea necesario. Llevar a cabo sin falta lo que se decida.
  5. Frugalidad: No gastar excepto para beneficiar a otros o a uno mismo, es decir, no desperdiciar nada
  6. Diligencia: No perder el tiempo. Estar siempre ocupado en algo útil. Cortar todas las acciones innecesarias.
  7. Sinceridad: No utilizar ningún artificio nocivo. Pensar con inocencia y justicia, y, si hablamos, obrar en consecuencia.
  8. Justicia: No perjudicar a nadie diciendo injurias u omitiendo las buenas obras a que estamos obligados.
  9. Moderación: Evitar los extremos. Evita sentirse ofendido por las injurias tanto como creas que lo merecen.
  10. Limpieza: No tolerar la suciedad en el cuerpo, vestido o habitación.
  11. Tranquilidad: No te molestes por nimiedades o por accidentes comunes o inevitables.
  12. Castidad: Usar rara vez el sexo excepto para la salud o descendencia; nunca hasta la torpeza o debilidad, o perjudicar nuestra paz o reputación, o la de los demás.
  13. Humildad: Imitar a Jesús y a Sócrates.

Debe indicarse que el orden establecido de las 13 virtudes no es casual, si no premeditado y elegido por Franklin (por ejemplo, una vez obtenida y consolidada la virtud de la templanza, lograr el silencio será más fácil).

Es muy probable que cada uno de nosotros hubiera elegido otras virtudes, o las habría definido de distinta forma, pero el método que Benjamin Franklin utilizaba para autoevaluarse, nos servirá a todos. Cada semana se centraba en una sola de las virtudes (enfoque), y se esforzaba en ser fiel a ella en todos y cada uno de sus actos, dejando las otras doce a su suerte natural, a la noche, en su diario, cubría un cuadro similar a este (él utilizaba la inicial de las virtudes, yo he puesto el nombre completo):

 

Lunes

Martes

Miérc.

Jueves

Viernes

Sábado

Domingo

Templanza

             

Silencio

             

Orden

             

Determinación

             

Frugalidad

             

Diligencia

             

Sinceridad

             

Justicia

             

Moderación

             

Limpieza

             

Tranquilidad

             

Castidad

             

Humildad

             
 
Por cada falta cometida el lunes contra la virtud “templanza”, anotaba en la casilla correspondiente un pequeño punto negro. Su objetivo pues, era lograr pasar la primera semana sin anotar ni un solo punto en la primera línea, para poder luego en la segunda semana ampliar su atención al silencio, por estar ya el hábito de la templanza adquirido. Con este método y trece virtudes, podría hacer un recorrido completo en trece semanas y cuatro en un año. Al empezar a usar este método le sorprendió a Benjamín encontrarse con más faltas de las que había imaginado, pero logró hacerlas disminuir. No nos cuenta si llegó a realizar el objetivo de no hacer ninguna marca, en ninguna de las virtudes.

Todos somos capaces, todos somos incapaces

Nunca me enseñaron a volar
pero el vuelo debo alzar.

Ana Belén y Víctor Manuel

Esta tarde asistí en Santiago a un acto organizado por la Asociación para el Progreso de la Dirección titulado “La superación personal, algo más que motivación”. Colaboraban en la organización la Fundación G-Prodis y Qcoach.

Manuel Rivero dió una interesante conferencia de 50 minutos, consistente en desplegar un decálogo para explotar nuestro talento y desarrollar nuestro potencial.

Iago Pérez Santalla, autor del libro “El ilímite de pensarse libre” presentó la ponencia “El ilímite de las personas”. Lo primero que debo agradecer a Iago, es que dedicase su ponencia a Florencio López Fernández, O cego dos vilares, ya que así me dió a conocer su interesante historia y me animó a escuchar alguna de las grabaciones que se conservan.

Iago nos explicó que todos tenemos capacidades, y todos tenemos incapacidades, e igual que no hay nadie que sirva para todo, tampoco hay nadie que no valga para nada. No existen los inútiles. Poniéndose a sí mismo como ejemplo (está aquejado de una parálisis cerebral) dijo que, si de lo que se trata es de correr una maratón, efectivamente, él es incapaz, pero si hablamos de leer un poema y comentarlo, entonces, es muy capaz, y, quizás, el incapaz el corredor de maratones. Partiendo de esta premisa, de que todos tenemos nuestras capacidades, a la sociedad, frente a los discapacitados, le caben según Iago, dos alternativas:

  • el rechazo
  • la integración natural

Dijo de la integración natural, que no se puede legislar, por que no hay ley que pueda obligar a quién no quiera, a tomarse un café con él.

Iago Pérez Santalla es autor del libro “El iímite de pensarte libre”, que espero comprar pronto.

Enlaces relacionados:

“Soy Iago, tengo paralisis cerebral y no soy un inútil, eso no existe”

Un joven con paralisis cerebral relata como superó dificultades hasta hacer un doctorado

7º principio de productividad personal de Brian Tracy: la ley de la eficiencia obligada

Ley de la eficiencia obligada: Nunca hay tiempo suficiente para hacer todo, pero siempre hay tiempo suficiente para hacer la cosa más importante.

La primera vez que leí a David Allen, me impactó una afirmación suya: desengañate, nunca te pondrás al día, nunca leerás esa pila de artículos interesantes que conservas en tu despacho para cuando tengas tiempo. Quizás por que, desde donde estaba cómodamente sentado leyendo esa afirmación, podía ver una pila de revistas de medio metro de altura, cada una de ellas con un post it señalando una página.

La idea es muy simple: el tiempo es un recurso limitado, es imperativo por tanto ser selectivo a la hora de decidir lo que hacemos con él. Brian Tracy, en el capítulo 7 de ¡Tráguese ese sapo! propone tres preguntas que debemos de hacernos continuamente para mantenernos enfocados en las cosas más importantes:

¿Cuales son mis actividades de mayor valor?. De todas las cosas que tenemos pendientes ¿cuales aportarán más a nuestra empresa? ¿a nuestra familia? ¿a nuestra vida?. Esas son las que se merecen, antes que ninguna otra, nuestro tiempo. Preguntémonos  a nosotros mismos, a nuestro jefe, a nuestros compañeros, a nuestra familia y amigos.

¿Qué puedo hacer yo que sólo puedo hacer yo que si lo hago bien producirá una verdadera diferencia?. Esta pregunta está ideada por Peter Drucker, y es realmente inspiradora, hacérnosla una y otra vez ayudará sin duda a elegir lo importante.

¿Cuál es hoy el uso más valioso de mi tiempo?. Dice Brian Tracy que esta, precisamente esta, es la pregunta clave de la productividad, y que tiene una respuesta concreta a cada hora del día. Nuestro trabajo es formular continuamente esta pregunta, y actuar siempre conforme a la respuesta.

Si respondemos con precisión a estas tres preguntas, podremos:

  • establecer prioridades claras
  • superar la postergación de decisiones
  • empezar la realización de actividades que impliquen el uso más valioso de nuestro tiempo