12ª Ley de Maxwell: Ley del otorgamiento de poderes

Solo los líderes seguros otorgan poder a otros

Los Ford no otorgaban poderes

Ilustra Maxwell la importancia de esta ley, a contrario sensu con la historia de Henry Ford I y II (abuelo y nieto): el abuelo fundó la bien conocida Ford Motor Company en 1903, y su declaración de visión es un clásico que aparece en varios manuales de estrategia empresarial:

Fabricaré un vehículo motorizado para la gran multitud. Será lo suficientemente grande para la familia, pero suficientemente pequeño como para que un individuo pueda conducirlo y cuidarlo. Será fabricado con los mejores materiales, por los mejores hombres que pueda contratar, según los diseños más sencillos que la ingeniería moderna pueda idear. Pero tendrá un precio tan bajo, qué todo hombre que reciba un buen salario podrá poseer uno y disfrutar con su familia las bendiciones de las horas placenteras en los grandes espacios abiertos de Dios.

Alcanzó esa visión y en 1914 producía casi la mitad de todos los automóviles vendidos en Estados Unidos: el modelo T, diseñado personalmente por el propio Ford. No admitió por mucho tiempo cambios ni mejoras en su modelo, y solo en 1927 accedió de mala gana a lanzar un segundo modelo (Modelo A). En 1931 había perdido mucha cuota de mercado, pasando del inicial 50% a un 31%.

En principio, a Henry Ford I lo iba a suceder su hijo Edsel, que había trabajado en la Ford Motor Company desde niño. Henry Ford lo nombró presidente, pero al mismo tiempo, lo minaba apoyando a otros líderes en detrimento de su propio hijo. El viejo Henry era un líder poco seguro que no otorgaba poder a otros. En 1943, cuando Edsel contaba con 49 años, murió de forma repentina. En 1945, su hijo, Henry Ford II, de 26 años fue nombrado presidente de la compañía. Consciente de sus limitaciones, se rodeo de ejecutivos experimentados, pero viendo su puesto en peligro, Henry Ford II adoptó la siguiente pauta de comportamiento: cada vez que un ejecutivo de la Ford obtenía poder e influencia, Henry lo degradaba, o humillaba públicamente, o apoyaba a sus subordinados invitándolos a criticarlo. La siguiente cita es literal de Henry Ford II y describe su estilo de liderazgo, contrario a la ley del otorgamiento de poderes:

No permitas que un hombre que trabaja para ti se sienta muy a gusto. No dejes que se acomode ni que establezca sus costumbres. Siempre haz lo opuesto a lo que él espera. Mantén a tu gente ansiosa y fuera de equilibrio.

Lincoln, un líder seguro de sí mismo otorgando poderes

Tanto como se empeño Henry Ford en quebrantar la Ley del Otorgamiento de Poderes, motivando y minando alternativamente a los líderes de su organización, se empeñó Abraham Lincoln en aplicarla: conformó su gabinete con todos sus antagonistas políticos, y respecto a la forma de relacionarse con sus subordinados, se refleja en este mensaje enviado al general George G. Meade:

No será estorbado por instrucciones de último minuto de estas oficinas centrales. Su ejercito tiene la libertad de actuar según usted considere conveniente conforme surjan las circunstancias

Lincoln, además, aceptó siempre públicamente la responsabilidad por las batallas perdidas y las oportunidades desaprovechadas. Podía permitirse esta forma de actuar porque estaba completamente seguro de sí mismo.

Obstáculos comunes al otorgamiento de poderes

Maxwell enumera tres razones por las cuales  muchos lideres no respetan la Ley del Otorgamiento de Poderes:

  • Deseo de seguridad en el trabajo. Muchos piensan que si enseñan o ayudan a otros, se podrá prescindir de él, pero lo cierto es justo lo contrario: la paradoja del otorgamiento de poderes (quien continuamente pueda otorgar poderes a otros y les ayude a desarrollarlos se convertirá en indispensable para la organización)
  • Resistencia al cambio. El otorgamiento de poderes estimula a las personas a crecer y a hacer innovaciones, lo que produce cambios constantes.
  • Falta de autoestima.

El camino a la madurez según Stephen R. Covey

Los siete hábitos de la gente altamente efectivaAntes de entrar de lleno a explicar con detalle los hábitos que dan nombre a su principal obra, Stephen R. Covey advierte que sus 7 hábitos no son independientes entre sí, si no que forman un conjunto integrado secuencial, un camino hacia la madurez: desde la dependencia hacia la interdependencia pasando necesariamente por la independencia.

 

 

Según este revelador esquema, tres son las fases hacia la madurez.madurez

 

Dependencia. Paradigma del tú: Al nacer, somos totalmente dependientes, sin el cuidado de otras personas no sobreviviríamos (tú me cuidas, tu haces o no lo que tienes que hacer y yo te culpo si no lo hacss… ), cuando poco a poco, podemos hacernos cargo de nuestra persona en todos los ámbitos (físico, mental, emocional y económico), llega la siguiente fase.

Independencia. Paradigma del yo: Yo puedo hacerlo, yo soy responsable, yo me basto a mí mismo. Podemos desenvolvernos por nuestros propios medios. Se ve a simple vista que la independencia es más madura que la dependencia, y se ha ensalzado tanto la independencia, se ha puesto tanto enfasis en el paso de dependencia a independencia, que a menudo se olvida que este no es el final del camino, y que, cuando hemos logrado ser independientes, estamos listos para la tercera fase de la madurez.

Interdependencia. Paradigma del nosotros. Nosotros podemos cooperar, nosotros podemos combinar nuestros talentos y actitudes para crear juntos algo mejor y más importante. Una vez que hemos alcanzado la independencia, podemos atrevernos con la interdependencia, pero no antes.

8º principio de eficacia personal de Brian Tracy: prepárese concienzudamente antes de empezar

De 21 principios que Brian Tracy explica en su libro ¡Tráguese ese sapo!, el número 8 resulta para mí bastante obvio:

Ordene su zona de trabajo para que sea cómoda, atractiva y propicia para trabajar un tiempo prolongado

Recomienda este autor, que antes de empezar a trabajar despejemos la mesa, dejando en ella únicamente lo necesario para llevar a cabo la próxima tarea. La idea es tener a mano todos los informes, teléfonos y direcciones, materiales que nos vayan a hacer falta para poder, de una sentada, empezar y rematar la tarea. Por otro lado, un escritorio, con una silla cómoda, bien dispuesto y ordenado hará que nos resulte más fácil sentarnos y concéntranos en la tarea, haciendo placentera la experiencia de trabajar e incrementando nuestra productividad.

Este principio, lo aplico personalmente de forma especial cuando hago alguna receta de cocina o repostería:

  1. Despejo la zona de trabajo
  2. Dispongo de forma adecuada todos los accesorios necesarios
  3. Reúno los ingredientes, ya pesados y medidos, listos para incorporar a la receta

Esta preparación previa hace mucho más placentera la experiencia de cocinar.